Pablo Hermoso de Mendoza paseó una oreja del primero, otra del quinto Lea Vicens y tres una tarde de raza y pureza de Guillermo Hermoso de Mendoza, que consiguió su segunda Puerta del Príncipe.
Una oreja se llevó al esportón Pablo Hermoso de Mendoza del primero de la tarde, un animal de 595 kilos con el hierro de San Pelayo al que saludó con “Alquimista” y le colocó dos rejones de castigo. El toro tuvo transmisión y sí es cierto que le faltó algo de recorrido en la última parte de la lidia, pero tuvo muchas virtudes que le merecieron la ovación en el arrastre. Éstas las vio Pablo Hermoso desde el primer momento, y por ello usó a “Berlín” en el inicio de la faena, dejando momentos de alta doma y clavando en lo alto banderillas que llegaron con fuerza a La Maestranza. Otro momento emocionante fue la rápida -y clara- forma de clavar el rejón de muerte a lomos de “Corsario”, que además fue fulminante, lo que hizo que rodase y la plaza pidiese un trofeo concedido al veterano caballero navarro.
Dejó una obra de conexión Lea Vicens ante el segundo, otro toro que mantuvo la conexión durante toda la lidia. En ésta, destacó a lomos de “Diluvio” en el inicio de la faena, con el que dejó tres banderillas de colocación pulcra y correcta, llegando al tendido maestrante por su clasicismo. Sacó uno de los caballos nuevos de esta temporada, “Aladín”, al que usó en la última parte de la obra, y con el que dejó momentos de conexión. No obstante, los fallos con el acero enfriaron mucho la labor, y ésta quedó en silencio.
La entrega de Guillermo Hermoso de Mendoza suplió la falta de transmisión final que tuvo el primero del lote de Guillermo Hermoso de Mendoza, “Ignorado”, un animal de San Pelayo con el que usó a “Jíbaro” para saludarlo. Ya se podía atisbar que era un toro al que le iba a faltar algo de emoción y ésta la puso el joven: batidas, banderillas de frente, toreo clásico y, en definitiva, un compendio de tauromaquia a caballo. En el tramo final de la faena lo puso todo Guillermo: rosas a lomos de “Esencial” -tragando mucho en un arrimón de escándalo-, el increíble -y rapidísimo- rejón de muerte, la forma con la que echó pie a tierra el joven torero a caballo y las dos orejas concedidas por el palco.
Cortesia: CULTORO