Director

Diego Alfonso Alais G.

Emilio de Justo, la paciencia y la toreria como virtudes, triunfador con Colombo de la Feria de San Cristóbal. Emilio Cortó 3 orejas en inspirada tarde. Puerta grande. Los trofeos

Me contó don Jerónimo Pimentel que en un tentadero al que asistía de novillero, Manolete pasaba fatigas con una complicada vaca y su apoderado Camará le dijo: Manolo, déjala que no vale. El cordobés le replicó de manera austera : Soy el torero de la paciencia . Al final, domeñó a la vaca.

Me acordé al admirar a Emilio de Justo en sus dos toros de Campolargo este sábado en San Cristóbal cómo se hizo con los dos ejemplares, inició las faenas ahormando al toro, flexionando las rodillas con muletazos suaves por ambos pitones para enseñarles a embestir pues el toro no tiene por qué saberlo. No empezar las faenas dando muletazos sin ton ni son.

Ha cuajado los dos toros. Les bajó la mano, el toque la voz suaves, la armonía de los muletazos, la ligazón, el gusto, el bien hacer, esos pases largos, esas zapatillas clavadas en la arena, adelantando la pierna contraria para estorbar ( a la manera clásica ). Tandas cortas cuando fue menester . Las fanas a más. Sitio y colocación.

En su primero le dejaba la muleta en la cara, le daba los tiempos y espacios, no lo atosigaba, se daba un garbeo para volver pacientemente a la cara del toro.

Qué preciosidad deleitarnos con esa mano baja, llevándolo cosido en los vuelos.

Y abrochar con unas ajustadas manoletinas.

Qué maravilla ver una faena a más, sacar las virtudes de un toro, mostrarlo, convertirse en compañero de viaje privilegiado de ese ser misterioso que hace posible el milagro del toreo.

Dos oejas.

En su segundo, le va bajando la mano. Con el capote le anda hacía atrás. La técnica al servicio de la belleza del toreo. Verle desmadejado, la mano contraria suelta y de pronto le percibí abandonado, profundizando, ahondando en su mágica tauromaquia bajo un cielo que de seguro Degas nos hubiera dejado unos trazos.

Y para rematar, nunca mejor expresado, el toreo dibujó un trincherazo de aquellos de ! ahí queda eso» y que venga alguien a mejorarlo.

Pincha y entera. Una oreja. Créanme que lo que menos importa son » esos despojos» como los llama el maestro Curro Romero. Lo que es trascendente es el toreo diamantino de un extremeño que pasó por Colombia entre fatigas de pequeños pueblos y que hoy se codea con las encumbradas figuras españolas, de Francia y América.

Redacción: CORTESIA TENDIDO 7

Galeria Fotografica: DIEGO ALAIS

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